¿Cómo gestionar peleas entre hermanos?
Cuando dos hermanos se pelean las madres y padres tenemos dos opciones: intervenir o dejar que resuelvan el conflicto por ellos mismos. El enfrentamiento es algo normal y forma parte de la vida, no solo dentro de casa, sino también fuera. Por eso desde la Disciplina Positiva (DP) animamos a permitir que nuestras hijas e hijos practiquen la resolución de conflictos desde que tienen capacidad para ello. Dicho así suena bonito, pero… ¿Esto cómo se hace?
A partir de los 3-5 años (depende del nivel de madurez de las niñas/os) podemos aplicar las 3 S:
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Salir. Cuando veas que tus hijas/os se están peleando, asegúrate de que te vean y luego desaparece de su campo de visión. Con esto pretendemos que no dependan de nosotros para solucionar el problema.
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Sopórtalos. Si no puedes salir, quédate cerca y observa lo que sucede, pero no te impliques. Aquí el ejemplo típico que siempre se pone en DP es el de las peleas en el coche mientras conducimos. En este caso puedes optar por anunciar lo que vas a hacer tú y avisar “Voy a parar en cuanto pueda y nos quedaremos ahí hasta que hayáis solucionado lo que os pasa” (y luego cumplirlo, claro).
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Sácalos. Cuando veamos que pelean, les cortamos y les invitamos a marcharse. Les recordamos que pelear es normal y les animamos a cambiar el chip: que se vayan a cuartos distintos hasta que se sientan más cooperativos o que cambien de escenario. Esto no lo recomendaría con niños de menos de 6-8 años y según el caso.
Importante: siempre intervenimos si hay violencia. En ese caso, los separamos sin juzgar y les recordamos que nuestra responsabilidad como madres y padres es protegerlos. Su seguridad es un límite que no podemos cruzar. Nos tranquilizamos todos (tú también) y cuando estéis en calma puedes invitarles a dialogar para solucionar su problema o a tratarlo en la reunión familiar de esa semana.
Con las 3 S fomentamos su espíritu de cooperación y sus habilidades de diálogo y resolución de conflictos, pero no involucrándonos además logramos algo muy importante: no posicionarnos y no etiquetar.
Por ejemplo, a mí me pasa que cuando mis hijos pelean por los juguetes me cuesta no ver a la pequeña (13 meses) como la débil que necesita ser rescatada por mí de las fauces del mayor (3 años y medio), pero observando me he dado cuenta de que suele ser ella quien inicia todos los conflictos por los juguetes. ¿Qué pensaría mi hijo si me metiera en sus peleas defendiendo a su hermana porque es pequeña y no entiende?, ¿cómo se sentiría? y ¿qué estaría decidiendo sobre sí mismo y sobre la situación? ¿Y mi hija? ¿Cómo evolucionaría la relación entre ellos?
Os habréis dado cuenta de que las 3 S son para niñas/os más mayores que mis hijos, así que ¿qué hago en realidad cuando se pelean? La base es la misma:
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No buscar culpables
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No buscar inocentes
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No etiquetar. Mi hija no es la robajuguetes y mi hijo no es el llorón por mucho que esas conductas sean las habituales cuando pelean. Lo que hacen no es lo que son.
Esta base no depende de nuestras hijas e hijos. Depende de nosotros y podéis empezar a interiorizarla desde ya, incluso si tenéis bebés pequeños y pensáis que todo esto os queda muy lejos.
Aunque no podamos aplicar las 3 S con niñas y niños pequeños, sí podemos sentar las bases de una relación respetuosa y sana entre ellos, sin alimentar rivalidades.
Algunas herramientas que podemos poner en práctica cuando pelean niños pequeños (menores de 3-5 años):
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Con nosotros mismos:
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Recordar que no tienen el nivel de madurez suficiente para resolver la pelea por sí mismos ni para gestionar solos las emociones que experimentan cuando pelean.
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No tomárnoslo como algo personal. No se pelean por fastidiarte a ti, es que no saben hacerlo mejor.
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Si están enrabietados, evita tener tú otra rabieta. Tranquilízate primero y luego:
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Con las niñas y niños:
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Redirigir. Cuando veas que pelean por algo, acércate a ellos e intenta redirigir su atención hacia otra cosa que sepas que les va a llamar la atención. El objetivo es ayudarles a integrar su cerebro, a tranquilizarse.
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Sorprender. Acércate y sorpréndeles para que esa sorpresa capte su atención y así dejen de pelear. Aquí funciona muy bien el humor. Por ejemplo, la última vez que lo puse en práctica aparecí por su habitación al grito de “¡aquí está la mamá bailonga!” mientras daba palmas y ponía en práctica un bailecito lamentable. Se partieron de risa.
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Conectar. Nadie se siente bien cuando pelea. Las niñas y los niños pequeños tampoco. Una forma de atajar la pelea es ofrecerles un abrazo o pedir que nos den uno. “El poder de un abrazo” es más que una frase hecha: los abrazos prolongados (los científicos hablan de al menos 20 segundos) hacen que liberemos oxitocina, que bajen los niveles de cortisol y adrenalina, y que nos sintamos más relajados.
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Si al menos uno de los dos niños tiene madurez suficiente (3-5 años), podemos invitarle a poner en práctica el enfoque en soluciones con el más pequeño. Con mi hijo mayor hacemos esto. Está acostumbrado porque lo aplicamos a todo tipo de situaciones, pero lo que intenta hacer cuando tiene una pelea con su hermana es buscar él solo una solución que sea justa para los dos. De esta manera también modela que su hermana pueda hacerlo el día de mañana.
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Como sus peleas suelen ser por los juguetes, él le ofrece repartirlos por turnos (evidentemente la pequeña pasa) o aplica la redirección y le da el cambiazo para conseguir él el juguete de la discordia. Podría parecer que él se sale con la suya, pero la verdad es que ella no suele aceptar cualquier cambio y solo se queda contenta con un juguete que realmente le apetece (y a veces directamente no cede).
Las primeras veces no intentaba arreglar el problema, pero tras aplicar alguna de las herramientas, cuando ya estábamos todos tranquilos, le invitábamos a pensar cómo podría hacer la próxima vez que tuvieran una pelea. Hablábamos en esos términos (“¿qué se te ocurre que podrías hacer…?”), utilizando preguntas de curiosidad, no diciéndole lo que tenía que hacer.
Aplicar estas herramientas no significa que los niños no vayan a pelear. Como he dicho al principio, pelear es normal y forma parte de las relaciones entre hermanos. Lo que buscamos es educar niñas y niños cooperativos capaces de resolver conflictos de forma justa para que el día de mañana sean mujeres y hombres cooperativos capaces de resolver conflictos de forma justa. ¿No sería maravilloso que el mundo estuviera siempre en manos de personas así?